Vivir bajo tierra no es un concepto nuevo.
De hecho, la generación y uso del espacio subterráneo ha sido uno de los motores de la humanidad para un futuro sostenible. Ya en 1931, el ingenio humano imaginó y diseñó los planes para el “Depth Scraper”, un edificio de 35 pisos similar a un rascacielos del tipo familiar en las grandes ciudades estadounidenses, que se construiría en una gigantesca excavación bajo tierra. Se propuso como una solución de ingeniería residencial para sobrevivir a los terremotos en Japón.
Tenemos muchos ejemplos de proyectos subterráneos, como sistemas de tránsito rápido como el subterráneo, centros comerciales subterráneos, terminales aeroportuarias subterráneas profundas, por nombrar algunos.
Es obvio que parte de la planificación de la supervivencia de la humanidad debe incluir la utilización del espacio subterráneo, cuya expansión ha sido a nanovelocidad debido a numerosos desafíos tecnológicos, así como a los enormes factores sociohumanos que deben explorarse. Cualquier “desarrollo” subterráneo debe considerar la psicología de vivir bajo tierra y la mejor manera de diseñar alojamientos que no afecten negativamente los estándares de calidad de vida de la superficie. No hace falta decir que la planificación de la seguridad y la prevención de desastres dentro de los límites de la tecnología espacial subterránea limitada son un desafío. Los desafíos se exacerban cuando el espacio se vuelve aún más limitado, como en el caso de un búnker de supervivencia.
psicología clandestina
Muchos de los problemas asociados con vivir en hábitats subterráneos no son solo tecnológicos, sino que están relacionados con el grado de aceptación social del concepto y la percepción del espacio subterráneo por parte del individuo.
Hace poco más de 3 décadas, en 1977, Birger Jansson et al informaron en Planning of Subsurface Use (Swedish Council for Building Research) que:
“… Apenas se han llevado a cabo investigaciones dirigidas directamente a rastrear las implicaciones para los humanos de pasar tiempo y trabajar bajo tierra…
…se puede decir que el efecto fisiológico sobre el organismo humano del tiempo que se pasa bajo tierra ha sido investigado de manera muy incompleta”.
Se han realizado investigaciones sobre varias áreas específicas de preocupación, como los problemas de seguridad, así como las diversas respuestas fisiológicas y psicológicas de los humanos que trabajan en lugares sin ventanas y/o subterráneos. Sin embargo, aún falta una mayor comprensión de las diferentes respuestas humanas a la ocupación frecuente de un espacio subterráneo.
Algunos de los problemas que enfrentan los humanos en la superficie pueden extrapolarse y deberían tener un impacto, aunque con un mayor grado de severidad, mientras viven bajo tierra. Por nombrar algunos, claustrofobia, sensibilidad a la luz, fatiga general, vista cansada, alteración de los ritmos circadianos, insomnio, dolores de cabeza, etc. Dado.
Dados los problemas sociales antes mencionados y la falta de datos basados en evidencia para abordar estos problemas, nos queda la necesidad de aplicar el conocimiento existente de las experiencias sobre el terreno para resolver problemas subterráneos. Algunas de las tácticas parecen triviales, como mostrar compasión por las preocupaciones de los demás, perdonar los errores de uno, ayudarse mutuamente cuando sea necesario, etc. Así que parece que un esfuerzo por educar y promover la interacción social daría buenos resultados y reforzaría algunas áreas de interés público mientras se vive bajo tierra.
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